Centro de Recursos Ministeriales "Sinaí"

ÍNDICE

Parte Tres
Hamartiología

Capítulo 31
El Gobierno Moral de Dios

Cuando estudiamos acerca del hombre como pecador, lo miramos en su relación con el gobierno moral de Dios. Dios es el Gobernador del universo. Él es Rey, Legislador y Juez. (Isaías 33: 22). "Jehová afirmó en los cielos su trono; Y su reino domina sobre todos" (Salmos 103: 19). Toda criatura existe dentro del círculo de su dominio. Cada persona tiene obligaciones para con Él. Dios no ha creado todas las cosas, sino que también gobierna sobre ellas. El pecador es un ciudadano del gobierno moral de Dios, sobre el cual Dios domina. Para entender la naturaleza del pecado, es importante que entendamos las leyes morales que el pecador ha violado.

I. Leyes Morales de Dios

Dios gobierna el universo de acuerdo con las leyes. Atravesando toda la naturaleza desde la estructura de los átomos al movimiento de las estrellas, se puede observar orden, precisión, regularidad, planificación. Dios estableció reglamentos o estándares definidos de comportamiento de acuerdo con la forma de funcionamiento a cada cual de su creación.

Los leyes que gobiernan el universo material, así como el crecimiento de las plantas, fuerzas de la gravedad, electricidad, corrientes de aire, y movimiento del sistema solar, se llaman leyes naturales. Las leyes gobernando el universo moral, como la relación del hombre hacia Dios, su vecino, y para sí, son llamadas leyes morales.

La ciencia natural, como astronomía, geología, física, química, y biología, trata del estudio de las leyes naturales. La teología de la Biblia incluye el estudio de las leyes morales. Las leyes naturales y morales son igualmente eficaces. El Dios de la naturaleza y Dios de la Biblia es uno. El Creador también es el gobernador moral. Ambas leyes moral y natural se originaron en Dios. No se puede ciertamente violar las leyes morales más que violar la ley natural. La violación resulta en destrucción definitiva. Ignorando a Dios, odiando a su prójimo, y siendo individualista resultará en desastre tan seguro como como quien cae de lo alto al agarrarse de un cable de alta tensión, o tomar veneno. Aquel que vive contrario a los principios morales de Dios está viajando tomado de su misma mano. Él está yendo al desastre. Como alguien observó: El mal está vivo acechando por la espalda.

Pablo advirtió: "No os engañéis: Dios no puede ser burlado: que todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna." (Gálatas 6: 7, 8).

Las leyes naturales y las leyes morales están relacionadas con los atributos morales y naturales de Dios. Las leyes naturales del universo físico revelan en algunas extensiones los atributos naturales de Dios. Los atributos naturales de Dios se refieren al hecho de que él es infinito, eterno, inmortal, inmutable, perfecto en conocimiento, omnipresente, y todo poderoso. Las leyes morales por las cuales el hombre es gobernando expresan los atributos morales de Dios. Esos atributos morales son santidad, amor y verdad.

II. El Estándar de Justicia

¿Qué hace que la justicia sea justa? ¿Qué hace que el error sea incorrecto? ¿Qué hay en la naturaleza del pecado que lo hace pecaminoso? En otras palabras, ¿cuál es el patrón de justicia de Dios? Dios mismo es el estándar de lo correcto y lo incorrecto. Las leyes morales del universo se determinan por su carácter. Ellas son expresiones de sus propios atributos morales. Todo el requisito moral de Dios para con el hombre puede ser resumido en sus propios atributos morales: santidad, amor y verdad. El carácter de Dios es la medida de la justicia.

Dios dijo: "Sed santos, porque yo soy santo" (1 Pedro 1: 16). Cuando el creyente entra en Cristo, adquiere un patrón de santidad en terreno santo delante de Dios. Su carácter es transformado por el Espíritu Santo; su conducta resulta en santo caminar. El creyente, así, refleja en miniatura la santidad de Dios.

El amor resume los mandamientos de Dios. (Mateo 22: 33- 40, Romanos 13: 8-10, Gálatas 5: 14.) El amor es uno de los atributos morales de Dios. Juan escribió: "Dios es amor" (1 Juan 4: 8). La vida del creyente en amor refleja el carácter moral de Dios y anuncia al mundo que Dios es amor.

La santidad de Dios puede definirse como la apariencia de Dios. Ser santo es ser semejante a Dios en carácter y conducta. Cuando el creyente es transformado de acuerdo con los planes de Dios para él, se hace reflexión del carácter de Dios y de su Hijo Jesucristo. Dios quiere que los hombres se tornen como él. Él quiere que sus vidas estén llenas de santidad, amor y verdad.

Es imposible para el hombre de hoy llegar a ser como Dios en sus atributos naturales. Los hombres no pueden ser hoy como Dios en su infinidad, inmutabilidad, omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia. En cierta escala, sin embargo, los hombres pueden ser como Dios en sus atributos morales: santidad, amor y verdad.

Alguien podría preguntar: "¿Por qué Dios no puede cambiar sus patrones morales? Puesto que todos los hombres violaron sus leyes, ¿por qué él no cambia sus leyes para estar en conformidad con la vida de los hombres? ¿No sería más fácil en vez de intentar cambiar a los hombres? ¿Por qué Dios como Legislador no elabora nuevas leyes haciendo que ahora la conducta conocida como pecado sea correcta y normal? Dado que todos los hombres van por el sentido equivocado en una carretera de sentido único, ¿por qué no cambiar la estructura de la carretera y permitir que el tráfico fluya normalmente en dirección opuesta? Los legisladores humanos cambian las leyes, ¿por qué no Dios? ¿No es Dios? ¿No es Supremo? ¿Él no puede él hacer todo según su voluntad? "

Las leyes morales de Dios no son arbitrarias. Ellas no resultaron de voluntad arbitraria o capricho divino. Las leyes de Dios no sólo expresan su voluntad, sino también su santo carácter. Dios no podría cambiar sus patrones morales sin cambiar su propio carácter. Los patrones eternos de Dios son inmutable porque Dios es inmutable.

III. Por qué el Pecado Debe Resultar en Muerte

El pecado es antiDios. El pecado viola no sólo la voluntad de Dios, sino también el carácter de Dios. El pecado es contrario no sólo a la obra de Dios, sino también a la naturaleza interior de Dios.

La santidad, la rectitud y la justicia de Dios demandan que el pecado resulte en muerte. El pecado es contra Dios. Dios es vida; el pecado es antivida. El resultado del pecado debe ser la muerte y la destrucción. "El paga del pecado es la muerte" Este no es un arreglo divino arbitrario; el universo se construyó sobre este principio. O Dios condena el pecado o viola su propio carácter. Dios no puede cambiar su carácter porque él es inmutable. El pecado debe ser condenado a la destrucción.

La pena por todo pecado cometido en el universo debe ser pagada. Los pecadores pagarán la pena por sus propios pecados siendo destruidos en la segunda muerte, la eterna. La pena para los pecados de los creyentes fue pagada por el pecado sin pecado por la muerte expiatoria, 2 Cor. 5:21.

Cuando Dios perdona al pecador creyente que está adecuadamente relacionado con Cristo por la conversión, no actúa de forma contraria a su propio santo carácter. El castigo del pecado fue transferido al sacrificio de Cristo, el sustituto del pecador. (Romanos 3: 24- 26).) Dios puede continúa siendo santo y justo mientras perdona y justifica al creyente pecador pues lo que demanda su santa naturaleza ha sido satisfecho en la cruz.

IV. La Justicia que Cuenta para Dios

El hombre por sus propios esfuerzos no puede estar en conformidad con las leyes morales de Dios y obtener su perfecta justicia. "No hay justo, ni aún uno." Los hombres naturalmente son pecadores. La bondad natural del hombre no tiene mérito en la visión de Dios. "Toda nuestra justicia es como trapos de inmundicia" (Isaías 64: 6). La justicia producida por sí o por la carne es auto justicia y obra de la carne. La justicia que cuenta para Dios no puede ser adquirida por la obediencia a la Ley Mosaica. La ley fue entregada para definir y revelar el pecado. (Romanos 3: 19, 20, 7: 7.) No fue traída con la intención de que por ella los hombres fueran salvos. (Gálatas 3: 21, Romanos 8: 3). Fue designada para mostrar a los hombres su necesidad por un Salvador. (Gálatas 3: 24.)

Jesús fue el único en guardar la ley con perfección. Él obedeció los preceptos de la ley con perfección en su vida inmaculada y entonces pagó la pena de la ley en su muerte expiatoria. Por la muerte de Cristo, el creyente ha sido redimido de la ley. (Romanos 7: 4, Efesios 2: 14, 15, Colosenses 2: 14, 20.) Los cristianos no están bajo la ley, sino bajo la gracia. (Romanos 6: 14, 7: 6, Gálatas 4: 30, 5: 18.) Los cristianos son advertidos de "permanecer firmes en la libertad con que Cristo los liberó, y no entrar nuevamente en yugo de esclavitud." (Gálatas 5: 1).

Pablo declaró: "Vacíos sois de Cristo los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído." (Gálatas 5: 4).

Para adquirir la justicia válida por Dios, el creyente debe estar adecuadamente relacionado con Cristo. Cuando el creyente se rinde al sacrificio de Cristo, su pecado es imputado a Cristo y la justicia de Cristo es imputada al creyente. (2 Corintios 5: 21.) Basándose en la justicia imputada, Dios declara que el creyente está justificado. La justicia imputada al creyente en la conversión es actualmente concedida al creyente en la forma gradual, a medida que permite el ejercicio e influencia de Cristo en su vida. El fruto del Espíritu no es el individualismo u obras de la carne. Es producido por el habitar de Cristo.